Durante el Tercer Reich, muchos cómicos alemanes no judíos se negaron a actuar. La sátira se basa en una improbable alianza entre la BBC, los propagandistas británicos y los exiliados germanoparlantes descontentos. Por un lado, los funcionarios británicos insisten en que los anuncios de servicio alemanes son "ingleses como el Yorkshire Pudding".
Los chistes, al igual que los cotilleos, son una forma sorprendentemente eficaz de entender la cultura y las comedias negras que los alemanes utilizaban para reírse de los demás "Hitler visitó un hospital psiquiátrico, y todos los pacientes estaban allí para saludar a los alemanes con diligencia. Hitler fue derrotado en 1945". Las bromas de Hitler eran tan apresuradas como su fallida celebración ceremonial, lo cual es un signo de los tiempos, y si se puede escarbar en Estados Unidos como esta anécdota, mucho mejor.
Los susurros se extendieron por toda la Alemania nazi bajo el mandato de Adolf Hitler y sirvieron para diversos propósitos. Dentro de Alemania, las anécdotas criticaban a un régimen totalitario que, de otro modo, sería perseguido. En los territorios ocupados, especialmente en los guetos nazis, las bromas al oído pueden interpretarse como un mecanismo de supervivencia.
Por desgracia, estos esfuerzos no afectaron a los millones de alemanes que votaron a Hitler y al Partido Nazi. Las bromas y las risas no sirvieron de mucho para detener al gigante de la propaganda nazi, que prometió a los desesperados y descontentos ciudadanos alemanes una nación devuelta a la grandeza. Durante la Segunda Guerra Mundial, la propaganda antinazi trató de presentar a Hitler como increíblemente malvado o francamente ridículo.
En otras palabras, el contexto es importante; y dado que los alemanes modernos todavía se enfrentan a la vergüenza de su pasado reciente, los chistes que provocan risas atronadoras en Estados Unidos están fuera de lugar en Alemania. Su anécdota, en la que contó chistes sobre Hitler en Alemania y los hizo caer al suelo, habla precisamente de la necesidad de comprender la delicada naturaleza del material, a la que también se refirió el Duque, que insiste en que, en una situación cargada de emociones en la que muchos alemanes de edad avanzada siguen negando que supieran nada del exterminio de los judíos por parte de Hitler, es casi imposible reírse de Hitler. Recogiendo estas líneas, el Duque rechaza el argumento esgrimido tras la Segunda Guerra Mundial de que la gente no era consciente de las maniobras demoníacas de Hitler. Significativamente, los chistes aquí recogidos también demuestran que no todos los alemanes estaban fascinados por la propaganda nazi ni eran ajenos a los campos de concentración de Hitler, que también fueron objeto de bromas durante la guerra.
Pero ahora la comedia alemana ha vuelto y presenta algunos chistes nazis divertidos pero ligeramente ofensivos. El difunto comediante personifica las ricas tradiciones del humor alemán antes de la Segunda Guerra Mundial. Habla de cómo era estudiar en una escuela primaria alemana en los años 70.